Veo la locución desde el arte del buen decir. De las formas correctas de expresarse. Desde lo maravilloso que podemos ser tantas voces al mismo tiempo.
Observo detenidamente que un locutor, debe ser actor. Un intérprete de emociones.
La vida me llevó desde niño a conocer países, ciudades, costumbres y formas de vivir. Su idiosincrasia y su espíritu de comunicar mediante sus palabras, me sumergió en un profundo torrente de emociones con el que nuestros hombres, nuestras mujeres, conviven cada día.
El ser intercultural, al entender su quehacer cotidiano, sus acentos regionales, sus formas de comunicación eficaz, me han llevado a adaptarme, a amoldarme y seguir sus mandatos y pensamientos.
No puedo negar que la profesión que tengo, es la más linda del mundo. Porque engloba la práctica con los saberes. Porque une la semántica con lo cotidiano. Porque fusiona la palabra con el arte. Pues al final del día, nos llevamos eso: versatilidad y expresión pura. Y de eso, no me quedan dudas.
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